Si puedes percibir en ti mismo un punto que es tanto el que conoce como lo conocido, entonces has trascendido el objeto y el sujeto. Entonces has trascendido la materia y la mente; entonces has trascendido lo externo y lo interno. Has llegado a un punto en que el que conoce y lo conocido son uno. No hay división.
Con la mente, la división permanecerá. Sólo con el ser que observa desaparece la división. Con el ser que observa no puedes decir quién es el conocido y quién es el que conoce, es ambos. Pero esto tiene que estar basado en la experiencia; de lo contrario se convierte en una discusión filosófica. Así que pruébalo, experimenta.
Estás sentado junto a una rosa, mírala. Lo primero que hay que hacer es estar totalmente atento, prestar total atención a la rosa, de modo que el mundo entero desaparezca y sólo quede la rosa, tu consciencia está totalmente atenta al ser de la rosa. Si la atención es total, entonces el mundo desaparece, porque cuanta más atención se concentra en la rosa, más se desvanece todo lo demás. El mundo desaparece; sólo queda la rosa. La rosa se vuelve el mundo.
Éste es el primer paso, concentrarse en la rosa. Si no puedes concentrarte en la rosa, será difícil ir al que conoce, porque entonces tu mente siempre está distraída.
De modo que la concentración se vuelve el primer paso hacia la meditación. Sólo queda la rosa; el mundo entero ha desaparecido; Ahora puede ir hacia dentro; ahora la rosa se convierte en el punto desde el que puedes moverte. Ahora ves la rosa, y empiezas a tomar consciencia de ti mismo, el que conoce.
Al principio no darás con ello. Cuando entres en el que conoce, la rosa saldrá de la consciencia. Apenas será perceptible, se irá, se volverá remota. Te irás de nuevo a la rosa, y olvidarás el ser. Este juego del escondite continuará, pero si perseveras, tarde o temprano llegará un momento en que, de pronto, estarás en medio. El que conoce -la mente- y la rosa estarán ahí, y tú estarás justo en el medio, mirando a ambos. Ese punto medio, ese punto equilibrador, es el testigo.
Una vez que lo conoces, te has vuelto ambos. Entonces la rosa -lo conocido- y el que conoce -la mente- son dos alas para ti. Entonces el objeto y el sujeto son sólo dos alas; tú eres el centro de ambas. Son extensiones tuyas. Entonces el mundo y lo divino son extensiones tuyas. Has llegado al centro mismo del ser. Y este centro es sólo un testigo.
Percibe un ser como el que conoce y lo conocido.
Empieza concentrándote en algo. Cuando la concentración haya llegado a ser total, entontes intenta ir hacia dentro, préstate atención a ti mismo, y entonces intenta equilibrar. Llevará tiempo..., meses, incluso años. Depende de lo intenso que sea tu esfuerzo, porque ponerse en medio de ambos es el equilibrio más sutil. Pero sucede, y cuando sucede has llegado al centro de la existencia. En ese centro estás enraizado, asentado, en silencio, dichoso, en éxtasis, y la dualidad ya no existe. Esto es lo que los hindúes han llamado samadhi. Esto es lo que Jesús llamó el reino de Dios.
Tan sólo comprenderlo verbalmente no servirá de mucho, pero si lo intentas, desde el comienzo mismo empezarás a sentir que algo está sucediendo. Cuando te concentres en la rosa, el mundo desaparecerá. Esto es un milagro..., cuando el mundo entero desaparece. Entonces llegas a comprender que es tu atención lo que es básico, y que donde pones tu atención, se crea un mundo, y de donde retiras tu atención, el mundo cesa. De modo que puedes crear mundos con tu atención.
Considéralo de esta manera. Estás sentado aquí. Si estás enamorado de alguien, sólo hay una persona en esta sala; todo lo demás desaparece, no está aquí. ¿Qué sucede? ¿Por qué sólo hay una persona cuando estás enamorado? El mundo entero cesa realmente; es como una aparición, sombras. Sólo una persona es real, porque ahora tu mente está concentrada, tu mente está totalmente absorta en una persona. Todo lo demás se vuelve como un asombra, una existencia fantasma; para ti no es real.
Siempre que puedes concentrarte, la concentración misma cambia toda la pauta de tu existencia, toda la pauta de tu mente. Pruébalo; con cualquier cosa. Puedes probarlo con una estatua de Buda, o una flor, o un árbol, o cualquier cosa, o simplemente con el rostro de la persona que amas, o de tu amigo...; simplemente mira su rostro.
Será fácil, porque si amas algún rostro, es fácil concentrarse. Y, en realidad, los que han intentado concentrarse en Buda, en Jesús, en Krishna, les amaban. De modo que para Sariputta, o para Maudgalyan, o para los demás discípulos era fácil concentrarse en el rostro de Buda; amaban a Buda. En el momento en que miraban el rostro de Buda, fluían fácilmente hacia él. Había amor; estaban enamorados.
Así que intenta encontrar un rostro -cualquier rostro que ames servirá- y mírale a los ojos y concéntrate en el rostro. De pronto, el mundo entero cesa; se ha abierto una nueva dimensión. Tu mente está concentrada en una cosa; entonces esa persona o esa rosa se vuelve el mundo entero. Cuando digo esto, quiero decir que si tu atención está totalmente enfocada en algo, eso se vuelve el mundo entero. Creas el mundo con tu atención. Creas tu mundo con tu propia atención. Y cuando estás totalmente absorto, fluyendo como un río hacia el objeto, entonces de pronto empieza a tomar consciencia de la fuente original de la que está fluyendo esta atención. El río está fluyendo; ahora toma consciencia del origen.
Al principio te perderás una y otra vez; alternarás. Si vas al origen, olvidarás el río y el objeto, el mar hacia el que está fluyendo. Cambiará, si vas al objeto, olvidarás el origen. Es natural, porque la mente está totalmente acostumbrada a estar o en el objeto o en el sujeto.
Por eso tanta gente va a retiros, dejan el mundo. Dejar el mundo significa básicamente que dejan los objetos para poder concentrarse en sí mismos. Es fácil. Si dejas el mundo y cierras los ojos y cierras todos tus sentidos, puedes ser consciente de ti mismo fácilmente, pero también esa consciencia es falsa, porque has elegido un punto de la dualidad. Esto es otro extremo de la misma enfermedad.
Primero eras consciente del objeto, lo conocido, y no eras consciente del sujeto, el que conoce. Ahora te has adherido al que conoce y has olvidado lo conocido, pero sigues dividido en una dualidad. Y ésta es de nuevo la vieja mente en una nueva pauta. Nada ha cambiado.
De ahí mi énfasis en no dejar el mundo de los objetos. No abandones el mundo de los objetos. Más bien intenta tomar consciencia del sujeto y del objeto simultáneamente, de lo externo y lo interno simultáneamente. Sólo si ambos están ahí puedes estar equilibrado entre ellos. Si sólo hay uno, te obsesionarás con ello.
Buda solía decir que este camino es un camino medio: majjhim nikai. No se ha entendido realmente por qué insistió tanto en llamarlo el camino medio. Ésta es la razón, porque todo su proceso era de atención; es el camino medio. Buda dice: «No dejes el mundo, y no te aferres al otro mundo. Más bien, estate en medio. No dejes un extremo y te vayas al otro; estate en el medio, porque en el medio no hay ninguno de los dos. Justo en el medio eres libre. Justo en el medio no hay dualidad. Has llegado al uno, y la dualidad se ha vuelto una extensión tuya, simplemente dos alas.»
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