Todo lo que nos rodea siempre influye en nosotros de alguna
manera u otra. Esto se debe a que el mundo en que vivimos no solo es lo que
experimentamos con nuestros cinco sentidos sino que también es flujo de
energía.
Para comprobar solo tenemos que mirar hacia el campo de la
física cuántica y a los estudios científicos publicados sobre los campos
electromagnéticos de todo ser viviente.
En la espiritualidad conocemos a este cuerpo
electromagnético como el aura y dependiendo de nuestras
experiencias, creencias o emociones podemos causar desarmonía o desequilibrio
energético en ella. Este desequilibrio puede ser causante de algunos de los
bloqueos emocionales en la vida y según algunas teorías hasta pueden causar
variedad de enfermedades en el ser humano.
Para armonizar la inestabilidad en el aura podemos poner en
práctica la conocida canalización de energía positiva.
La
canalización es un proceso de dirigir o llevar energía a un lugar
determinado con el fin de “re-llenarlo”. Para entender este concepto debemos
visualizar una corriente de agua, una corriente que fluye desde un manantial en
la cima de una montaña hacia un río que sirve como el canal que la conduce
hasta el mar, su destino final. En este ejemplo el agua es simbólica de la
buena energía y el mar es simbólico del aura que la recibe.
Las emociones negativas
En primer lugar, tengamos claro que es natural e incluso
saludable enfadarse, sentirse triste o experimentar esa serie de emociones que
llamamos “negativas“. Cumplen su función, lo mismo que las
emociones agradables.
Lo perjudicial es dejarse llevar por ellas, después de
haberse desahogado, entrando en una espiral en la que nos sentimos cada vez
peor. Cuando estas emociones negativas ganan terreno y ocupan
más tiempo de la cuenta, impiden que vivamos momentos agradables.
Las emociones negativas, por lo tanto, son
necesarias para dejar salir lo que nos daña y evitar que se quede
dentro, convirtiéndose entonces en algo más intenso.
Manejar correctamente estas emociones incluye la
habilidad de canalizarlas convenientemente, sin recurrir a conductas tan
perjudiciales como la agresividad consigo mismo o con otros.
Aquí tenemos algunas estrategias para
afrontar estos momentos:
- No retroalimentar la emoción negativa, dándole vueltas una y otra vez, para mantener “viva” esa sensación desagradable.
- Verlas como algo natural y aceptar estas emociones, intentando después buscar una alternativa para sentirse mejor.
- Relajarse. Recurrir a actividades para desconectar de esa situación (hablar con alguien, pasear, jugar, etc.).
- Aprovechar la ocasión para conocerse a uno mismo y comprobar sus reacciones (ira, frustración, pérdida…). Uno va aprendiendo a gestionar sus emociones para afrontar de mejor manera situaciones desagradables futuras.
- El ejercicio físico. Las actividades aeróbicas son idóneas para aplacar y eliminar esas sensaciones desagradables.
- Hacer borrón y cuenta nueva.
Controlar y canalizar adecuadamente las emociones negativas
es algo que vamos aprendiendo con el tiempo, gracias a cada una de las
experiencias que vivimos.
Es un proceso del que debemos extraer lo
mejor.
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