Paciencia nos dice el diccionario que “es la virtud consistente en sufrir resignadamente los males y adversidades”.
Como segunda acepción, nuestro buen amigo, nos dice que es “una virtud opuesta a la ira”.
Sin embargo, la tercera acepción es la que nos interesa: “tranquilidad y sosiego en la espera de las cosas”.
Aprender a ser pacientes consiste en tener ciertas habilidades que nos permitan observar las situaciones, evitando perder el control de la situación y las emociones.
La paciencia es una actitud de atención y de aguante a una cosa que nos interesa mucho y que nuestro descontrol puede dañarla.
Paciencia es el arte de concentrarse en soportar ciertas situaciones.
El Amor y la Paciencia
Nada nutre más al amor que la paciencia.
Es la cualidad que nos ayuda a esperar, entender y tener esperanzas.
A veces parece quedar olvidada en un mundo que avanza a doble velocidad.
La paciencia significa mantener la serenidad y la contemplación frente a las desilusiones y los fracasos.
No obstante, queremos acción, queremos soluciones, queremos respuestas y queremos que lleguen inmediatamente. Esta filosofía es la responsable de juicios apresurados, que causan mucho dolor y desesperación innecesarios.
No obstante, queremos acción, queremos soluciones, queremos respuestas y queremos que lleguen inmediatamente. Esta filosofía es la responsable de juicios apresurados, que causan mucho dolor y desesperación innecesarios.
En el amor, las respuestas más importantes llevan tiempo, y ese tiempo debe estar lleno de esperanzas y vacío de presiones.
Muchos problemas son sólo sombras que generalmente desaparecen si se tiene paciencia.
Aquellos que realmente aman aprendieron a enfrentar los tiempos difíciles con alegría.
El premio más grande de la paciencia es el amor duradero.
Autor: Leo Buscaglia
“Con amor y paciencia, nada es imposible.”
DAISAKU IKEDA
Quien ama de verdad, sabe ser paciente. Y no digo quien quiere, porque el querer tiende a ser impaciente, mientras que el amar sabe esperar por el bien del otro. No es lo mismo lo que significa un “te quiero” (para mí…) que un “te amo”.
Y también, quien es paciente para bien, sabe amar.
Amor y paciencia son dos de los grandes ingredientes de la transformación humana.
Cuando alguien planta un árbol pensando en los que gozarán de su sombra y frutos, ama y es paciente. Su esfuerzo se centra en el bien futuro de los que gozarán de esa semilla que hoy se introduce en la tierra y es regada por primera vez.
Cuando alguien persevera y lo que le mueve frente a la adversidad es el legado que puede dejar a los que vendrán, ama y es paciente.
Nuestros abuelos, los que vivieron guerras mundiales y civiles; el terror, la desgracia, la injusticia, el hambre y la penuria y, a pesar de ello, lo dieron todo de sí tras el sufrimiento y trabajaron con denuedo para que sus hijos, nietos y demás descendientes disfrutaran de un confort y bienestar que ellos ni podían imaginar, amaban y eran pacientes.
Sí, quien ama de verdad practica la paciencia; si me permitís el juego de palabras, la paz-ciencia, la ciencia de la paz.
Giacomo Leopardi, poeta y filósofo italiano del s. XIX dejó escrito este bello pensamiento: “La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo.” Y es cierto. También quien ama de verdad carece de toda apariencia de heroísmo.
Amor y paciencia son dos ingredientes que nos elevan, que nos unen, que tienden a purificar ambientes, vínculos y existencias.
Quién no recuerda a aquel abuelo o abuela que, con deliciosa paciencia y amor, nos enseñaba a atarnos los cordones de los zapatos, las tablas de multiplicar, a jugar a la Oca o al parchís, a leer nuestras primeras frases o a cuidar el huerto.
Si hiciéramos de éste un mundo más paciente, viviríamos más los frutos del amor.
Si amáramos más, no tendríamos tantas urgencias que, demasiadas veces, nacen del miedo, o del ego, que es lo mismo…
Es encarar un retraso o una situación problemática sin quejarse. Es estar en calma y ser tolerante cuando las cosas difíciles pasan. Es mirar hacia el final... desde el comienzo.
Practico la paciencia cuando....
* Establezco metas y me adhiero a ellas hasta que las alcanzo.
* Realizo ahora algo que me ayudará en el futuro.
* Acepto las cosas que no puedo controlar con humor y buen modo.
Al ser paciente, establezco metas y persevero hasta que las alcanzo, soy gentil con otros y conmigo mismo, aún cuando ambos cometemos errores.
Hemos de aprender a tener paciencia. A vivir sabiendo que todo lo grande es fruto de un esfuerzo continuado, que siempre cuesta y necesita tiempo. A tener paciencia con nosotros mismos, que es decisivo para la propia maduración, y a tener paciencia con todos (sobre todo con los que tenemos más cerca). Porque si queremos mejorar nuestro entorno necesitamos armarnos de paciencia, prepararnos para soportar contratiempos sin caer en la amargura. Por la paciencia el hombre se hace dueño de sí mismo, aprende a robustecerse en medio de las adversidades. La paciencia otorga paz y serenidad interior. Hace al hombre capaz de ver la realidad con visión de futuro, sin quedarse enredado en lo inmediato. Le hace mirar por sobre-elevación los acontecimientos, que toman así una nueva perspectiva. Son valores que quizá cobran fuerza en nuestro horizonte personal a medida que la vida avanza: cada vez valoramos más la paciencia, ese saber encajar los golpes de la vida, mantener la esperanza y la alegría en medio de las dificultades.
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