Texto extraido del libro "Conversaciones con Dios" de Neale donald walsch
Vuestro Pensamiento más Elevado, vuestra Palabra más Clara, vuestro Sentimiento más Grandioso, son siempre Míos (Dios). Todo lo demás procede de otra fuente.
Con ello se facilita la labor de diferenciación, ya que no debería resultar difícil, ni siquiera para el principiante, identificar lo más Elevado, lo más Claro y lo más Grandioso.
No obstante, te daré algunas directrices:
-El Pensamiento más Elevado es siempre aquel que encierra alegría.
-Las Palabras más Claras son aquellas que encierran verdad.
-El Sentimiento más Grandioso es el llamado amor.
Alegría, verdad, amor.
Los tres son intercambiables, y cada uno lleva siempre a los otros. No importa en qué orden se encuentren.
Una vez determinado, utilizando estas directrices, qué mensajes son Míos y cuáles proceden de otra fuente, lo único que falta es saber si Mis mensajes serán tenidos en cuenta.
La mayoría de Mis mensajes no lo son. Algunos, porque parecen demasiado buenos para ser verdad. Otros, porque parece demasiado difícil seguirlos. Muchos, debido simplemente a que se entienden mal. La mayoría, porque no se reciben.
Mi mensajero más potente es la experiencia, e incluso a ésta la ignoráis; especialmente a ésta la ignoráis.
Vuestro mundo no se hallaría en el estado en que se encuentra si simplemente hubierais escuchado a vuestra experiencia. El resultado de que no escuchéis a vuestra experiencia es que seguís reviviéndola, una y otra vez, puesto que mi propósito no puede verse frustrado, ni mi voluntad ignorada. Tenéis que recibir
el mensaje, Antes o después.
Sin embargo, no os forzaré. Nunca os coaccionaré; ya que os he dado el libre albedrío -la facultad de hacer lo que queráis-, y nunca jamás os lo quitaré.
Así pues, seguiré enviándo los mismos mensajes una y otra vez, a lo largo de milenios y a cualquier rincón del universo en el que habitéis. Seguiré enviando infinitamente Mis mensajes, hasta que los hayáis recibido y los hayáis escuchado con atención, haciéndolos vuestros.
Mis mensajes pueden venir bajo un centenar de formas, en miles de momentos, durante un millón de años. No podéis pasarlos por alto si realmente escucháis. No podéis ignorarlos una vez que los hayáis oído verdaderamente.
De este modo nuestra comunicación empezará en serio, ya que en el pasado únicamente Me habéis hablado, Me habéis rezado, habéis intercedido ante Mi, Me habéis suplicado. Pero ahora puedo responderos siquiera sea como lo estoy haciendo en este momento.
El alma -vuestra alma- ya sabe todo lo que se puede saber en todo momento. Nada se le oculta, nada desconoce. Pero saberlo no es suficiente. El alma aspira a experimentarlo. Podéis saber que sois generosos, pero a menos que hagáis algo que demuestre generosidad, no tenéis sino un concepto. Podéis saber que sois amables, pero a menos que hagáis algo que demuestre amabilidad con alguien, no tenéis sino una idea sobre vosotros mismos.
El único deseo de vuestra alma es convertir ese magnífico concepto de sí misma en su mayor experiencia. En tanto el concepto no se convierta en experiencia, todo lo que hay es especulación.
Conocer algo y experimentarlo son dos cosas distintas. El
Espíritu anhela conocerse experiencialmente, por ello, sé valiente, tomar riesgos, nada puede sustituir a la experiencia.
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