VOY CONSCIENTE

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Ataque y defensa




ATAQUE Y DEFENSA

Cuando percibimos a otra persona como que nos está atacando, solemos ponernos a la defensiva y encontramos la manera de contraatacar, ya sea directa o indirectamente. El ataque emana siempre del miedo y de la culpabilidad. 

Nadie ataca a menos que se sienta amenazado y crea que atacando puede demostrar su propia fuerza a expensas de la vulnerabilidad de otro. El ataque es realmente una defensa y, al igual que todas las defensas, su función es impedir que tomemos conciencia de la culpabilidad o del miedo, con lo que lo único que hace es perpetuar el problema. 

La mayoría de nosotros nos aferramos a la creencia de que atacando podemos conseguir lo que queremos. Parece como si olvidásemos que el ataque y la defensa nunca nos pueden brindar paz interior.

Para experimentar paz en vez de conflicto es preciso que cambiemos nuestra manera de ver las cosas. En lugar de ver a los otros como si estuvieran atacándonos, podemos verlos como personas que tienen miedo. Siempre estamos expresando amor o miedo. El miedo es en realidad una petición de ayuda y, por lo tanto, una súplica de Amor. Resulta evidente,  entonces, que para experimentar paz es imprescindible que reconozcamos que siempre podemos elegir lo que queremos percibir.


Cuando tratamos de corregir a otros, por mucho que creamos que nuestras críticas son constructivas, en realidad lo único que estamos haciendo es atacándolos al indicarles que ellos están equivocados y que nosotros estamos en lo cierto. Quizá nos convendría examinar cuáles son nuestras verdaderas intenciones. 


¿Qué estamos haciendo en realidad, enseñando Amor o atacando?

Si otros no cambian y se amoldan a nuestras exigencias o expectativas nos sentimos inclinados a considerarlos culpables, reforzando así nuestra propia creencia en la culpabilidad. La paz mental no se alcanza tratando de cambiar a los demás, sino únicamente aceptándolos tal como son. La verdadera aceptación está siempre exenta de toda expectativa o exigencia.



EL PERDÓN


La única forma de poder llegar a gozar de paz interior es practicando el perdón.

Perdonar es desprendernos del pasado, y es ,por consiguiente, la manera de corregir nuestras percepciones erróneas.

Sólo en el ahora podemos rectificar nuestras percepciones erróneas, y eso sólo se puede lograr eliminando de nuestra mente todo lo que creemos que otros nos han hecho y lo que nosotros creemos haberles hecho a otros. Mediante este proceso deliberado de relegar dichos pensamientos al olvido, quedamos libres para entregarnos de lleno al presente sin tener que seguir reviviendo el pasado.


A través del verdadero perdón podemos poner fin al interminable círculo vicioso de culpabilidad, y contemplarnos a nosotros mismos y a los demás con Amor. El   perdón desvanece todo pensamiento que parezca separarnos a unos de otros. Una vez   libres de la creencia en la separación podemos aceptar nuestra propia curación y extender

el poder sanador del Amor a todos los que nos rodean. La curación es el fruto del pensamiento de unidad.

Cuando reconocemos que la paz interior es nuestro único objetivo, el perdón se convierte en nuestra única función. Cuando aceptamos tanto el objetivo como la función, descubrimos que la única guía para alcanzar nuestra plenitud es nuestra intuitiva voz interior. Nos liberamos a medida que liberamos a otros de la prisión de nuestras distorsionadas e ilusorias percepciones y nos unimos a ellos en la unidad del Amor.


DAR Y RECIBIR


Es importante recordar que en este mismo momento disponemos de todo cuanto necesitamos, y que la esencia de nuestro ser es el Amor. Si creemos que necesitamos obtener algo de otra persona, sólo la amamos si nos complace; de lo contrario, la odiamos. A menudo tenemos relaciones que fluctúan entre el amor y el odio, en las cuales lo único que hacemos es intercambiar amor condicional. El deseo de querer obtener algo, que está vinculado únicamente al concepto del tiempo lineal, nos conduce inevitablemente al conflicto y a la angustia. Dar, por otra parte, quiere decir ofrecer nuestro Amor incondicionalmente, sin exigencias o expectativas de ninguna clase. Alcanzamos la paz mental, por consiguiente, cuando solamente estamos interesados en dar, sin desear nada a cambio ni exigir que otra persona cambie su manera de ser. El deseo de querer dar produce una sensación de paz interior y de dicha que no está vinculada en modo alguno al tiempo.




"Amar es liberarse del miedo. Gerald Jampolsky"
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