De pequeños estamos en continuo aprendizaje. Nuestro mapa mental aún no está diseñado lo cual nos hace abiertos a “todo” y a la capacidad de entender cualquier cosa. No sabemos juzgar.
Pero a medida que crecemos nuestra mente se llena de condicionamientos y normas sociales que nos indican cómo debemos ser nosotros mismos, como deben ser las cosas, cómo debemos comportarnos e incluso qué debemos pensar interiormente. Nos volvemos inconscientes con nosotros mismos y nos perdemos.
Para cambiar y ver las cosas desde una perspectiva más sana para nosotros y nuestro entorno, tenemos que aprender a desligarnos de las creencias, hábitos e ideas que no provienen de nuestro corazón. Para ello, esta frase budista nos servirá para comenzar el proceso: “En el cielo no hay distinciones entre este y oeste, son las personas quienes crean esas distinciones en su mente y luego piensan que son verdad”.
El olvidarte un poco de ti mismo te ayudará a pensar un poco más en los demás, a sentir a los demás, a conectarte más profundamente con las personas.
En estas pocas palabras está encerrado el mayor secreto de la felicidad.
Cuando nos preocupamos demasiado de nosotros, nuestros problemas crecen desmesuradamente y no logramos tener la claridad suficiente para encontrar la serenidad necesaria en nuestra vida.
Cuando olvidamos un poco de nosotros, para cuidar de nuestro prójimo, olvidamos nuestros problemas que se van resolviendo solos.
Entonces, olvídate de ti mismo y piensa en los demás, así hallarás felicidad.
Por que en verdad,
"Si alguien te dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso"
Esto lo escribio el apostol San Juan y expresa una gran verdad.
Dios está en todas las criaturas.
Por lo tanto si tenemos odio a alguien, ofendemos al mismo Dios que habita en él.
Demostraremos nuestro amor a Dios, que no vemos, amando a las criaturas que vemos y que viven junto a nosotros.
Extraido del libro "Minutos de sabiduria" de C. Torres Pastorino
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