VOY CONSCIENTE

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AMOR MÁS CONCIENCIA ES IGUAL A SER




AMOR MÁS CONCIENCIA ES IGUAL A SER 

El amor es una necesidad en el crecimiento espiritual. Y es más, el amor funciona como un espejo. Es muy difícil conocerte a ti mismo a menos que te hayas mirado en los ojos de alguien que te quiere. Del mismo modo que tienes que mirarte en un espejo para verte la cara física, para verte la cara espiritual tienes que mirarte en el espejo del amor. El amor es el espejo espiritual. Te alimenta, te integra, te prepara para el viaje interior, te recuerda tu rostro original. 

En momentos de amor profundo tienes atisbos de tu rostro original, aunque esos atisbos llegan en forma de reflejo. Del mismo modo que en una noche de Luna llena puedes ver cómo se refleja la luna en el lago, en el lago silencioso, del mismo modo, el amor se comporta como un lago. La Luna que se refleja en el lago es el principio de la búsqueda de la verdadera Luna. Si nunca has visto la Luna reflejada en el lago, tal vez no busques la verdadera Luna. Volverás una y otra vez al lago para buscar la Luna, porque al principio crees que la verdadera Luna está ahí, en el fondo del lago. Te sumergirás repetidas veces y saldrás con las manos vacías; ahí no vas a encontrar nunca la Luna. 

Un día caerás en la cuenta de que quizá esa Luna sólo era un reflejo. Esto es una percepción importante, porque después podrás mirar hacia arriba. Si es un reflejo, ¿dónde está la Luna? Si es un reflejo tendrás que mirar en la dirección contraria. Si el reflejo estaba ahí, en el fondo del lago, la verdadera debe estar en alguna parte encima del lago. Por primera vez, miras hacia arriba y comienza el viaje. 

El amor te da atisbos de meditación, reflejos de la Luna en el lago; pero son reflejos, no son verdad. Por eso el amor nunca te podrá satisfacer. En realidad, el amor hará que te sientas cada vez más insatisfecho y disconforme. El amor te hará más consciente de todo lo que es posible, pero no cumple lo prometido. Te frustrarás, y sólo podrás volver a tu propio ser cuando estés profundamente frustrado. Sólo los amantes conocen la felicidad de la meditación. Los que nunca han amado y nunca se han decepcionado con el amor; los que nunca se han sumergido en el lago del amor buscando la Luna y se han sentido decepcionados, nunca mirarán hacia arriba a la verdadera Luna en el Cielo. 

Nunca se darán cuenta de esto. 

La persona que ama, tarde o temprano, inevitablemente se volverá espiritual. Pero la persona que no ama —por ejemplo, el político que no puede querer a nadie, sólo ama el poder— nunca se volverá religiosa. O la persona que está obsesionada con el dinero —sólo ama el dinero, sólo conoce un amor, el amor al dinero— nunca se volverá espiritual. Para ella será muy difícil por muchos motivos. El dinero se puede poseer; puedes tener dinero y poseerlo. Es muy fácil poseer dinero, pero es difícil poseer al amado, de hecho, es imposible. 

Intentarás poseer, pero ¿cómo puedes poseer a una persona viva? La persona viva se resistirá de todas las formas posibles, luchará hasta el final. Nadie quiere perder su libertad. El amor no tiene tanto valor como la libertad. El amor tiene mucho valor, pero no más que la libertad. Quieres ser amoroso pero no quieres que el amor te aprisione. 

De este modo, un día u otro te decepcionarás. Intentas poseer, y cuanto más intentas poseer, más imposible se vuelve el amor y más se aleja de ti. 

Cuanto menos posees, más cerca te sientes del otro. Si no eres posesivo en absoluto, si hay libertad entre los amantes, habrá mucho amor. 

En primer lugar, el esfuerzo por poseer a una persona tiene que fracasar inevitablemente. En esa frustración serás devuelto a ti mismo. En segundo lugar, si has aprendido a no poseer a la otra persona, si has aprendido que la libertad vale más que el amor, es muy superior al amor, entonces, antes o después verás que la libertad te devuelve a ti mismo, la libertad es tu conciencia, tu meditación. La libertad es otro aspecto de la meditación. 

O bien comienzas con la libertad y te haces consciente, o bien comienzas con la conciencia y te vuelves libre. Van unidos. El amor es un tipo de esclavitud sutil —van juntos— pero es una experiencia esencial, esencial para la madurez. 

En el bonito libro de Margery William, El conejo de trapo, hay una hermosa definición de la realidad. —¿Que quiere decir verdadero? —preguntó un día el conejo—. ¿ Significa tener ese zumbido en tu interior y una llave que sobresale? —Verdadero no significa cómo estás hecho —dijo el caballo Pellejo—. Es algo que te sucede. Si un niño te quiere durante mucho tiempo, y no te quiere sólo para jugar contigo, sino que te quiere de verdad, entonces te vuelves verdadero. —Y ¿eso duele? —preguntó el conejo. —A veces —respondió el caballo Pellejo, ya que siempre decía la verdad—. Cuando eres verdadero no te importa que te hagan daño. —¿Y sucede de golpe, como cuando te dan cuerda, o poco a poco? — preguntó. —No, no sucede de golpe —dijo el caballo Pellejo—. Te vas convirtiendo en eso. Se tarda mucho tiempo. Por eso, a menudo no le sucede a los que se rompen fácilmente, a los que tienen los cantos muy afilados, o a los que necesitan muchos cuidados. Generalmente, cuando llegas a ser verdadero, estás despeluchado, se te han despegado los ojos y tus articulaciones están sueltas y maltrechas. Pero todo esto no tiene importancia, porque cuando eres verdadero no puedes ser feo, excepto para los que no entienden nada... Cuando eres verdadero no te puedes volver otra vez irreal. Eso es para siempre. El amor te vuelve verdadero; de lo contrario, seguirás viviendo en una fantasía, en un sueño insustancial. El amor te da sustancia, el amor te da integridad, el amor te centra. Pero sólo es la mitad del viaje; la otra mitad se tiene que completar con la meditación, la conciencia. Pero el amor te prepara para la otra mitad. El amor es la primera mitad, y la conciencia es la segunda mitad. Entre los dos alcanzas a Dios.

 Entre el amor y la conciencia, entre las dos orillas discurre el río del ser. No evites el amor. Ve a través de él con todas sus penas. Sí, duele, pero si estás enamorado eso no importa. En realidad, esas penas te fortalecen. A veces duele muchísimo, terriblemente, pero esas heridas son necesarias para que estés alerta. El amor prepara el terreno, y en la tierra del amor puede crecer la semilla de la meditación, pero sólo en la tierra del amor. Así que aquellos que se escapan del mundo por miedo, nunca alcanzarán la meditación. Pueden estar sentados en las cuevas del Himalaya toda su vida, pero no alcanzarán la meditación. No es posible, no se lo han ganado. Primero hay que ganárselo en el mundo; primero hay que preparar el terreno. Y sólo el amor prepara el terreno. Por eso, siempre insisto en que no renuncies al mundo. Estate dentro de él, acepta el reto, acepta los peligros, su dolor, sus heridas. Ve a través de ellos. No trates de evitarlos, no intentes buscar un atajo, porque no existe. Es una lucha, es arduo, se hace cuesta arriba, pero así es como puedes llegar hasta la cima. Y la alegría será mucho mayor, mayor que si te dejarán caer a la cima desde un helicóptero, porque de ese modo habrías llegado a la cumbre sin estar maduro y no podrías disfrutarlo.

 Imagínate la diferencia... Intentas subir al Everest por todos los medios. Es muy peligroso, tienes muchas posibilidades de morirte en el camino, tienes muchas posibilidades de no alcanzar la cima; es arriesgado, es peligroso. La muerte te espera a cada paso, hay muchas trampas y muchas posibilidades de ser derrotado en lugar de salir con éxito. De cien posibilidades sólo tienes una de alcanzarlo. Pero cuanto más te aproximas a la cima, mayor es la alegría que hay en tu corazón. Tu espíritu se eleva. Te lo has ganado, no es gratis. Cuanto más pagas por ello, más lo disfrutarás. 

Imagínate, te pueden dejar en la cumbre con un helicóptero. Estarás de pie en la cumbre y te sentirás ridículo, estúpido, ¿qué estás haciendo ahí? Dentro de cinco minutos habrás terminado y dirás: «Ya lo he visto. No hay nada más que ver aquí.» 

El camino origina la meta. La meta no es estar sentado al final del camino, el camino origina la meta a cada paso. La meta es el camino. El camino y la meta no están separados, no son dos cosas diferentes. El fin y los medios no son dos cosas diferentes. El fin se esparce a lo largo del camino, el fin está contenido dentro de los medios. Nunca pierdas la oportunidad de vivir, de estar vivo, de ser responsable, de comprometerte, de involucrarte. No seas un cobarde. Haz frente a la vida, sal a su encuentro. Y, entonces, muy lentamente empezará a cristalizarse algo en tu interior. Sí, lleva tiempo. El caballo Pellejo tenía razón: «Generalmente, cuando llegas a ser verdadero estás despeluchado, se te han despegado los ojos y tus articulaciones están sueltas y maltrechas. Pero todo esto no tiene importancia, porque cuando eres verdadero no puedes ser feo, excepto para los que no entienden nada... Cuando eres verdadero no te puedes volver otra vez irreal. Eso es para siempre.» Es eterno. Pero hay que ganárselo. Déjame repetirlo una vez más: en la vida no conseguirás nada gratis. Y si lo consigues, no servirá de nada. 

-Osho-
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